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22

Nov

2017

Las lentillas del futuro: cerco a la miopía

Se estima que en torno al 7,4 por ciento de la población de entre 12 y 65 años usa lentes de contacto, según los últimos datos del Libro Blanco de la Visión en España, o lo que es lo mismo, unos 2,5 millones de personas utilizan este método de compensación visual en nuestro país.

Aunque tradicionalmente se han empleado para paliar trastornos visuales como miopía, hipermetropía y astigmatismo, el campo de acción de las lentillas ha ido creciendo con el tiempo. Y es que hay una nueva generación capaz de dar respuesta a problemas hasta ahora no cubiertos, como es el caso del daltonismo, una anomalía de la vista que provoca dificultad para distinguir ciertos colores y que afecta a unos dos millones de personas en España.

Los cambios en el estilo de vida actual y la llegada de las nuevas tecnologías están generando que las tasas de miopía crezcan a un ritmo alarmante, especialmente entre los más pequeños. A día de hoy, se estima que cerca del 30% de los jóvenes son miopes. Y según estudios epidemiológicos del prestigioso Brien Holden Vision Institute de Australia, la tendencia es que en el año 2050 la mitad de la población mundial lo sea.

Ante esta perspectiva existen tratamientos optométricos que pueden ayudar a prevenir, ralentizar y controlar el crecimiento de la miopía, principalmente, los tratamientos de ortoqueratología. Porque, aunque inicialmente se desarrolló para evitar el uso de las gafas o lentes de contacto, en los últimos tiempos la ventaja que se le ha encontrado es que ralentiza la evolución de la miopía.

Las tecnologías están siendo también responsables de otro problema que está afectando a nuestra salud visual: el llamado síndrome visual informático (SVI), causado por los dispositivos digitales. Y es que el uso de pantallas disminuye el ritmo de parpadeo, reduce la secreción del lagrimal y produce fatiga visual. Para tratar de prevenirlo también se han desarrollado unas lentillas especiales que buscan proteger la visión y ayudar a minimizar los síntomas asociados al SVI.

En la actualidad existen dos líneas en desarrollo en este sentido: las lentes que solo filtran la luz azul y las que mejoran la profundidad de foco. Las primeras se limitarían a filtrar la luz azul que desprenden las pantallas de los dispositivos móviles; las segundas conseguirían reducir el esfuerzo que hace el ojo ante los continuos cambios de enfoque de la pantalla añadiendo a la lente una banda de dioptrías para que, aunque se mire más lejos o más cerca de ésta, se siga viendo bien. «Éstas son más recientes, de hace alrededor de un año; las hay de un tipo y de otro, pero lo ideal es que junten ambas cosas», asegura Cesar Villa, coordinador de Lentes de Contacto del CNOO.

Aunque existe cierta polémica sobre su utilidad real, ya que no está claro que sea tan beneficioso el filtrar la luz azul pues regula los ciclos circadianos. «Usar una lente de contacto que elimina la luz azul es controvertido y la ciencia no se ha decantado sobre si es bueno o malo», asegura Cesar Villa.

Y la cosa no se queda ahí. En un futuro cercano oiremos más aplicaciones que no tengan que ver con usos visuales, y sí para monitorizar determinadas constantes que permitan medir variables de la evolución de algunas enfermedades. Tal es el caso de una lentilla, en fase de desarrollo, para medir los niveles de glucosa. Esta lente «inteligente» ayudaría a los diabéticos a medir sus niveles de glucosa en la sangre, lo que podría suponer el adiós a los molestos pinchazos. Además, otro prototipo prevé medir la presión intraocular, fundamental en el glaucoma.

Pese a su popularidad existen muchos mitos alrededor de las lentillas que hacen que algunas personas no opten por su uso. Estos son algunos de los más extendidos:

-Son incómodas y difíciles de usar. Los nuevos materiales y geometrías empleados en su fabricación, las nuevas tecnologías utilizadas para su adaptación personalizada, su alta hidratación y la posibilidad de utilizar lentes desechables (diarias, semanales, mensuales) han aumentado su comodidad de porte y sencillez en su uso.

-Se pueden perder detrás del ojo. Un mito tan absurdo como físicamente imposible. La superficie ocular posee una membrana muy fina (la córnea) que tiene cinco capas bien diferenciadas que cubren el ojo y que conecta con la zona interior del párpado. Por lo tanto, es imposible que la lente de contacto se mueva más allá de la parte frontal del ojo.

-Se pueden pegar al ojo. No, las lentes de contacto no se pegan a los ojos. Cabe la posibilidad, por diferentes causas, de que el ojo se reseque y podamos sentir algunas molestias, pero la solución es tan sencilla como utilizar lágrimas artificiales.

-Aparecen más infecciones. Su uso normal y adecuado no lo causa, pero descuidar repetidamente las medidas de limpieza y desinfección puede llegar a provocar una infección de la córnea. Por eso, hay que seguir a rajatabla las indicaciones de limpieza.
 

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