Guía práctica de gafas

Gafas de sol, también para el invierno

En invierno los rayos de sol también pueden dañar nuestros ojos, por ello debemos llevar a cabo ciertos cuidados y por supuesto no olvidar nuestras gafas de sol.

Nuestras gafas de sol nos deben acompañar todo el año, en invierno también. Aunque los rayos del sol estén más alejados de nosotros, en ciertas circunstancias, como durante la práctica de los deportes más populares de esta estación como el esquí o el snowboard resultan especialmente imprescindibles.
Estos deportes se practican en alta montaña y debemos saber que según aumenta la altitud, la atmósfera atenúa menos los rayos solares y, por tanto, son más intensos y más peligrosos para nuestra salud. Pero, no es necesario ascender miles de metros para tener en cuenta este hecho, ya que, con tan solo 300 metros de ascensión, la intensidad de la radiación aumenta un cinco por ciento en comparación con la que recibimos a nivel del mar. Por tanto, proteger nuestro cuerpo de esta exposición es, si cabe, más importante en la montaña que en la playa, si vamos a hacer algún deporte de invierno como si solo vamos a dar un paseo o jugar con la nieve, incluso en los días nublados.

No te lamentes demasiado tarde

Los ópticos-optometristas indican que exponerse al sol sin protección durante la práctica de deportes de nieve puede originar importantes quemaduras en la córnea, retina y cristalino, provocando queratoconjuntivitis, úlceras crónicas y la aparición prematura de cataratas.
Algunos dolores intensos de cabeza, conjuntivitis y fotofobias anormales (intolerancia y temor anormal a la luz), están producidos directamente por la utilización de gafas que no disponen de los filtros adecuados para evitar el paso de la radiación ultravioleta a los ojos. Estas lesiones no aparecen en seguida, sino después de algunos años y en la mayoría de los casos son irreversibles.

Efecto espejo

A la alta radiación que nos exponemos en la montaña hay que sumarle la presencia de nieve que provoca un “efecto espejo”, ya que refleja más del ochenta por ciento de la luz solar, incluida la radiación ultravioleta. Cuando esquiamos, gracias al uso de la máscara, este efecto no llega a nuestros ojos, pero cuando simplemente andamos en un entorno donde hay nieve no somos conscientes de este reflejo, por lo que podemos pasar varias horas recibiendo esta radiación intensa en nuestros ojos, sin darnos cuenta de lo perjudicial que puede resultar.

El viento y la sequedad ocular

En este entorno de nieve y alta montaña, existen otros agentes que también pueden impedir que veamos correctamente e incluso que produzcan daños en nuestros ojos como el viento. Cuando este impacta sobre nuestra cara favorece la sequedad ocular. Además, si el viento se combina con la presencia de nieve es muy probable que partículas y pequeños cristales de hielo entren en nuestros ojos, algo que debemos evitar porque incluso pueden dañar la córnea.
La sequedad ocular, el viento y/o la entrada de alguna partícula en el ojo puede evitar que veamos correctamente, lo que favorece que tengamos una caída.
 

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