La lectura es un proceso de aprendizaje que se inicia en la edad preescolar y continúa más allá de la etapa académica del ser humano. Durante ese proceso el niño utiliza su sistema visual para transportar al cerebro toda información de lo que se lee para su interpretación y análisis. Esto significa que lo primero que tiene que hacer un niño durante el aprendizaje es ver bien. En consecuencia, en estas fechas de regreso a las aulas, una buena visión puede ser clave entre el éxito y el fracaso escolar.
Según los informes PISA (Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos) de 2010 y 2014, el número de fracasos escolares en España supera la media europea. El retraso o fracaso escolar es el resultado de la incapacidad de los niños de conseguir el rendimiento escolar establecido por los centros educacionales autorizados y, en un porcentaje alto cercano al 30 por ciento, este problema no está relacionado con las capacidades o inteligencia de los alumnos, sino con anomalías visuales de índole refractivas. Según Juan Carlos Martínez Moral, presidente del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas, “en estas fechas en las que los estudiantes regresan a las aulas después de las vacaciones, resulta esencial que su visión sea perfecta, para lo cual es imprescindible que a todos los niños se les realice un examen visual completo por parte de profesionales ópticos-optometristas, especialistas sanitarios de atención primaria de la Salud Visual”.
El aprendizaje en las aulas se lleva a cabo mediante procesos complejos e interrelacionados, siendo la visión uno de los más importantes, por lo que resulta básico llevar a cabo a estas edades tempranas revisiones visuales periódicas con el objetivo para descartar defectos refractivos como la miopía, hipermetropía, astigmatismos y fundamentalmente la ambliopía, u ojo vago, uno de los problemas visuales que más influyen en el retraso escolar. “Un problema de aprendizaje relacionado con la visión puede deberse a cualquier disfunción visual que repercuta en la lectura. Hay que tener en cuenta que tanto padres o tutores, como profesores, tienen una gran labor en la detección o sospecha de distintas anomalías visuales en los escolares, que pueden afectar considerablemente a la eficacia de la lectura y el aprendizaje. Si se detecta algún signo o síntoma de un problema de este tipo, debemos acudir al establecimiento sanitario de óptica más cercano, en donde un óptico-optometrista prescribirá, tras un completo examen visual, la mejor solución para el defecto refractivo del niño”, explicó el presidente del Consejo General.
Las familias, además de los profesores, tienen un rol fundamental para detectar estos problemas visuales mediante una serie de recomendaciones sencillas:
- Prestar atención a si el niño se acerca mucho a los libros o a la televisión.
- Distracción continuada al leer y baja comprensión de lo leído.
- Valorar si el niño se fatiga cuando está sometido a estímulos visuales.
- Mala escritura a mano.
- Si el niño acusa de tener la visión borrosa, tanto de lejos como de cerda.
- Fijarse en si entorna los ojos para mirar o fijarse en detalles lejanos.
- Observar si adopta posiciones de tortícolis (cuello torcido) cuando lee o hace los deberes, que a la larga pueden manifestarse como dolores de cuello o espalda.
- Astenopia (visión borrosa, fatiga visual y dolor de cabeza) con frecuencia.
- Dolores de cabeza tras realizar un trabajo de cerca, como leer o dibujar.
- Hiperactividad Durante la clase.
- Inversión de letras.
- Bajo rendimiento escolar.
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